Existen en la literatura numerosos artículos publicados en revistas ,en periódicos ,en libros por personas que buscan informar de manera científica por personas que buscan informar de manera irracional (para vender un producto), por personas que publican de manera jovial y por personas que realmente están interesadas en que sus publicaciones lleguen de manera correcta a los interesados.
Este pequeño artículo de mi blog es el primero de varios que iré publicando periódicamente, en donde me voy a sumergir en un mundo apasionante e interesante que es el del lenguaje desconocido de los dientes.Estos pequeñitos cuadritos blancos no están en nuestra boca solo para comer reír y hablar ,ellos traen consigo mucha información, ademas de unas funciones mucho más profundas por el hecho de pertenecer a nuestro cuerpo y estas funciones tienen que ver con la relación que tienen los dientes con todos los otros órganos de nuestro cuerpo físico y espiritual ya que tienen un estrecho vínculo con nuestra parte afectiva y con la aparición de enfermedades a “distancia “y con otras cosas que más adelante les iré contando.
El esmalte de los dientes es una caparazón blanca que los recubre, en definitiva es un cristal, una estructura maravillosa dispuesta en prismas parecida a las del cuarzo de manera hexagonal.
Esta disposición geométrica permite la refracción de la luz en el diente, otorgándole a este dos características muy importantes, una es la translucidez y otra es el brillo .
Las células que producen la formación de esas estructura geométricas tan maravillosas solo se segregan durante la formación del diente una vez este proceso ha llegado a su fin ellas desaparecen desafortunadamente haciendo el esmalte incapaz de regenerarse.
Es por esta razón que el cuidado de los dientes debe ser exageradamente radical, tenemos que reconocer a nuestros dientes como una parte fundamental de nuestro ser , de nuestro organismo y no dejarlos solamente a merced del cuidado de nuestro dentista , es decir tendríamos que cuidar nuestros dientes y no considerarlos como una botón de alarma para reconocer su presencia cuando algo nos duele.